El valor de la solidaridad
Colaboración Carlos G.González Ruiz
Ser internacionalistas es saldar nuestra propia deuda con la humanidad, ha recalcado el Comandante en Jefe Fidel Castro, al referirse a ese don tan sagrado que ejemplifica la solidaridad como valor humano sin límites.
Practicarla es como saberse honrado con el desinterés, la modestia, el servir a los demás, es, en fin, compartir lo que se tiene sin otro objetivo que no sea el de estar al lado de quien lo necesita.
Y Cuba, ese país pequeño, del Tercer Mundo, ha hecho de la solidaridad esa deuda que a través de los tiempos se convierte en desvelo para sin importar en el lugar que se precise, llevar médicos, maestros o soldados.
Son innumerables los ejemplos que demuestran como el internacionalismo de los cubanos constituye más que un sueño realidades y bondades que han contribuido a salvar vidas, llevar el pan de la enseñanza o contribuir a la sostenibilidad de la independencia.
Ahora se impone la ayuda al pueblo haitiano que víctima de la epidemia del cólera sufre en carne propia la muerte y la desesperación, en medio de incertidumbres dejadas por el terremoto que afectó al país y cobró innumerables víctimas.
Y mientras las Naciones Unidas y la Organización Panamericana y Mundial de la Salud solicitan la ayuda urgente para esa nación caribeña y muchos hacen caso omiso a las peticiones, cientos de médicos y demás personal de la salud cubano emprenden una batalla por la supervivencia de los miles de afectados.
Se trata de imponer la voluntad solidaria, de aunar voluntades, de servir a los semejantes y sin escatimar esfuerzos devolver la vida a quienes padecen el sufrimiento en medio de una epidemia sin precedentes.
Ahí están los cubanos, esos que nunca repararon en ser de los primeros en marchar a la pequeña isla haitiana tras el devastador sismo y que han reforzado los servicios en hospitales improvisados en medio de la desesperación de miles.
El valor de la solidaridad se impone en circunstancias que como la que vive Haití exigen de la ayuda desinteresada y justa, cuando se trata de salvar vidas que son devueltas a la sociedad sin costo alguno.
¡Cuanto le falta al mundo de hoy en materia de internacionalismo! Todavía y en pleno siglo XXI no se es capaz de extender la mano generosa para prodigar salud, educación, vida, porque lamentablemente quienes tienen muchos recursos los despilfarran en guerras sucias y ansias de poder.
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