Nemesia, flor carbonera
Decir Nemesia puede resultar poco significativo, pero si se dice Nemesia, flor carbonera, entonces inmediatamente vienen a la memoria los días de Playa Girón, la Ciénaga de Zapata y también la triste historia de aquella niña que vio perder su zapatos blancos.
A ella la conoció el mundo entero por intermedio de Jesús Orta Ruiz “El Indio Naborí” que supo inspirarse en aquella humilde niña, tras los históricos episodios de Playa Larga y Playa Girón.
“Vengo de allá de la Ciénaga,
del redimido pantano,
Traigo un manojo de anécdotas
profundas, que se me entraron
por el tronco de la sangre
hasta la raíz del llanto
Nemesia residía en la Ciénaga de Zapata, a unos 180 kilómetros al sureste de LaHabana. Los sueños de la niña, casi adolescente, quedaron truncos en abril de 1961.
Ella fue aquella niña que durante los días de la invasión vio matar a su madre: “Yo tenía 11 años cuando Fidel bajó de la Sierra Maestra y trajo el gran cambio para los habitantes de este lugar. Tuve ropas decentes y zapatos por primera vez, a mi familia integrada por mis padres y siete hermanos nos llegó la esperanza junto con el año 1959”…
Y cuenta el poeta:
“Una mañana…¡Qué gloria!
Nemesia salió cantando
Llevaba en sus pies el triunfo
de sus zapaticos blancos.
Era la blanca derrota
De un pretérito descalzo…
Han transcurrido ya 50 años del ataque mercenario organizado y financiado por el gobierno de Estados Unidos, y aún están frescas en su memoria aquellos difíciles momentos.
“¡Qué linda estaba el domingo
Nemesia con sus zapatos!
Pero el lunes… ¡despertó
Bajo cien truenos de espanto!
Relata Nemesia que al conocer de la invasión recogieron lo más necesario y se trasladaron en un camión hacia Jagüey Grande, y en la mediación del camino un avión empezó a tirar hasta que un proyectil impactó sobre el cuerpo de su mamá.
“Eso fue un acto de terrorismo –relata Nemesia- pues desde el avión observaban perfectamente bien que en el camión viajábamos cinco niños pequeños, y un solo hombre y de retorno volvió a disparar contra nosotros”.
“Esta Revolución hay que cuidarla y defenderla hasta con los dientes si fuera necesario. ¡Mira! ven para que veas, entre todos los vecinos construimos una sala de vídeo y de lectura, y aunque es rústica, de madera y guano, es como las construcciones que antes siempre hacían los carboneros” concluye.
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