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SIN RODEO

Así llegó el ferrocarril a Morón

Así llegó el ferrocarril a Morón

Por Leonel Iparraguirre González

El pueblo de Morón a través de la historia se ha tenido que imponer a las vicisitudes devenidas del propio establecimiento del poblado en un lugar de condiciones adversas.

Una de esas condiciones partió por no contar con un puerto de salida al mar, factor indispensable entonces para lograr el desarrollo socioeconómico, lo que obligó a que sus habitantes se abrieran paso con un acceso al mar, mediante la creación un ferrocarril de madera, lo cual a mediados del siglo XIX salvó el obstáculo de esteros y pantanos para poder llegar hasta la Laguna Blanca o Laguna de la Leche, un gran desafío a vencer. Los tiempos avanzaron y Morón logra su desarrollo con una época de esplendor en la primera mitad del siglo XIX, para superar con creces a las poblaciones más cercanas.

Al comenzar la línea fortificada de la trocha, se inicia también el trazado de un ferrocarril que se extendía desde el puerto de Júcaro en el extremo sur de esta región central del país hasta la vertiente norte, lo que se considera como una obra sin precedentes en la época de la colonia española.

Aquel ferrocarril cumplía un objetivo militar por excelencia, ya que servía para el traslado de tropas y recursos militares. Fue entonces en 1880 cuando las paralelas del ferrocarril llegan al floreciente poblado de Morón. Aún hay recuerdos de las primeras locomotoras que entraron a la estación inaugurada en 1884 en esta localidad, incluso quedó grabado el nombre de La Almirante, máquina de vapor también conocida como La Carnicera por la cantidad de brazos y piernas que mutiló.

No dejó de ser un grave problema para la localidad la llegada de aquellas máquinas, pues las construcciones prevalecientes eran de yagua y techos de guano, por lo cual no pocas viviendas cogieron candela con el fuego que desprendían aquellas locomotoras de vapor.

En el siglo XX llega el ferrocarril central y nuevamente Morón queda aislado del resto de Cuba, ya que desafortunadamente al estar localizado en la costa norte impide que esta nueva vía de comunicación cruce por esta localidad.

En 1916 ocurre un hecho singular, ya que se gesta un proyecto monopólico, consistente en la formación de un nuevo ferrocarril, el más influyente de la isla, el que se extendería desde el puerto de Nuevitas hasta Caibarién, y que más tarde se convierte en el Ferrocarril Norte de Cuba.

Por suerte, Morón tiene en esta ocasión el privilegio de ocupar el centro de esa red y se construye entonces una obra muy importante en la historia de la región central: los talleres de reparación de locomotoras y coches, contratados por una compañía norteamericana que disponía de alta tecnología, la Baldwing.

Por entonces se comienza a edificar la Terminal Ferroviaria de Morón, uno de los edificios más majestuosos de la localidad con una estructura que no se corresponde con ninguna otra del entorno, de carpintería diferente, mármoles trabajados e importados y una herrería de excepcionalidad.

Han transcurrido más de ocho décadas desde que la Terminal ferroviaria de Morón abrió sus puertas y decenas de miles de personas han pasado por sus andenes y locales, y aún la edificación reluce como el primer día.

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