Carta de un joven cubano a "El Vaquerito"
Colaboración de Larry Morales Rodríguez
Regresaste convertido en cien, en mil, en millones de hombres, justamente el día en que desde aquella azotea, frente a la Estación de Policía de Santa Clara, te empeñaste en asaltar la posteridad. La bala que un 30 de diciembre de 1958, hace ya más de medio siglo, atravesó tu cabeza, te llenó de vida e hizo que de tu pecho nacieran cien guerreros.
Tu no habrías sido un mártir de la Revolución si no hubieras vivido en el tiempo y el espacio dentro de los cuales transcurrió tu breve existencia. Quiero decir con esto que influyeron determinantemente los años de lucha contra el dictador Batista, los años en que ya había nacido la Generación del Centenario, los años precisos en que todo estaba listo para el estallido de una revolución social. También el entorno fue importante, es decir, una montaña con una ladera verde y suave, donde naciste y aprendiste a amar a los patriotas de antaño: esa montaña fue Los Hondones; una ciudad donde aprendiste a buscarte la vida haciendo malabares contra la miseria: esa ciudad fue Morón; otra montaña alta y escarpada, con un pico que es una leyenda entre las nubes, donde hiciste nacer el héroe: esa otra montaña fue la Sierra Maestra; y otra ciudad donde moriste como el más valiente de los guerrilleros y fuiste a habitar el infinito: esa otra ciudad fue Santa Clara.
Tampoco lo habrías sido si no hubiera existido un Fidel quien, cual timonel de una nave de ensueños que transita a través de los vericuetos de la dignidad, te guió en un viaje hacia la mismísima esencia de la vida; sí, porque Fidel fue para ti como una leyenda, el gigante invencible con quien soñabas desde niño, el Quijote que se lanzó a los caminos a lavar las afrentas y a remedar las injusticias.
Claro, tú nunca pensaste en la gloria que te inmortalizó. Jamás te imaginaste ser uno de los protagonistas de esta Revolución que en breve cumplirá 52 años. Nadie sabe, a lo mejor si no hubieras caído en Santa Clara la víspera de la victoria lo hubieras hecho en el Congo o en Bolivia o en Viet Nam o en Angola... o en cualquier lugar donde se defendieran razones y fronteras, principios y sueños.
Es por eso que ahora y siempre permaneces como una metáfora de pólvora; es por eso que las palabras se ahuecan cuando tienen que conformar tu historia; es por eso que te escribo esta carta abierta para que todos se enteren que no has muerto.
Datos del autor: Larry Morales Rodríguez, escritor moronense, autor del Libro El Jefe del Pelotón Suicida.
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